Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 9 de mayo de 2014

Un 9 de mayo los presos de Durango recibían una bendición especial

No hay dudas que Juan Pablo II llevaba a México en su corazón;  allí descubrió durante su primer viaje el alma latinoamericana, la alegría y el barullo. Por algo decía que México sabe bailar, México sabe orar, México sabe cantar, pero también México sabe gritar! El papa quedó profundamente impresionado por el pueblo mexicano, ese pueblo que fortaleció su coraje para visitar su propia patria. Porque no habría de hacerlo? Si México que era un estado laico lo había recibido con tanta alegría, como no iban a hacerlo sus propios compatriotas?
(un grupo de jóvenes mexicanos la Vigilia de la canonización el sábado 26 de abril pasado)

 Para la segunda visita del Papa a México en 1990 se había programado la visita a una cárcel y naturalmente sobraban “candidatas”. La Providencia quiso que el lugar elegido fuese el penal Cereso Nro 1, en Durango, ciudad que Juan Pablo II no solo visitaría sino que ademas tendría el privilegio de darle hospedaje, pues allí pernoctaríaEra la primera vez que un pontífice pisaba tierra duranguense y la visita quedaría  grabada para siempre en la historia de Durango y de su penal. 
 El 9 de mayo el Papa visitaba el centro de Readaptación Social de Durango (CERESO y desde alli "abrazaba" " a todos los hermanos y hermanas presos del país, tanto en el continente como en las Islas Marías." En su mensaje decia: "En mi preocupación por vosotros, como hijos de la Iglesia os deseo un espíritu fuerte y noble que os incline y ayude, con la gracia divina, a perdonar de corazón a los que os hayan causado algún mal, así como también vosotros, delante de Dios Padre, podéis esperar el perdón de aquellos a quienes habéis causado algún daño. Es genuinamente cristiano saber pedir perdón y estar dispuestos a resarcir, en la medida de lo posible, el mal causado."
 Todo había sido cuidadosamente organizado y supervisado  hasta los menores detalles: por ej. unos meses antes se habían entregado plantas de rosales a los internos que las quisieran plantar.  Cuando llego el Papa el camino era un rosedal en flor.   Abundaban opiniones, consejos y advertencias sobre la altura de las vallas, que internos podrían acudir, etc…finalmente se opto por permitir el acceso a internos y externos.   Se había definido que el interno Jaime Bolinguer Oruña, que entonces estudiaba leyes y termino la carrera de derecho estando preso,  saludara al Papa.  

(fotografia de Eduardo Mera)
La condición era que  nadie estuviera a menos de 50 metros del Papa y a esa distancia habló Jaime Bolinguer, pero al terminar el Papa le pidió que se acercara…..y reinó el silencio,  brillaron los rostros y asomaron las lágrimas…Jaime se arrodilló a los pies del Papa y estalló en llanto mientras otros internos no podían contener las lágrimas….  Previa visita se había sugerido que  se dejase libre el acceso del penal si el Papa deseaba saludar a los presos. Hubo quienes lo consideraron una locura. Sin embargo, el entonces maestro de ceremonias Piero Marini respondió con firmeza: pues diganle ustedes al Papa que no puede pasar.  Y el Papa pasó y saludó a la multitud de internos, los abrazó y los bendijo….para la natural incomodidad del estricto personal de seguridad. Sin embargo todo eran llantos de alegría ...en ese ambiente el Santo Padreo liberó una paloma en señal de libertad, dejando un mensaje de esperanza, la semilla del arrepentimiento y del perdón y el consejo de alejarse del mal. Momentos imborrables en el Penal  que Durango no podrá olvidar.   
  
Karol Wojtyla habia sufrido mucho en su vida y comprendia el dolor del otro, de cualquier raza y color.  Su patria Polonia habia sufrido toda clase de sometimientos, humillaciones y ataques por  parte de dos totalitarismos. Millones de muertos, maltratados y encarcelados, muchos – o quizás la mayoría de ellos – por pensar diferente, por ser diferente, por querer vivir en libertad, por defender la justicia y la dignidad.   Si bien la realidad de las cárceles y quienes alli habitan justa o injustamente es algo mucho mas complejo que lo que se puede expresar en pocas palabras, personalmente quizás  a mi me sea tan sensible  y lo sienta tan cercano porque mi propia patria Eslovenia ha sufrido y sigue sufriendo las consecuencias de una guerra que en otros tiempos fuera sin cuartel y continúa siéndolo encubierta y más sofisticada, por odios aún no superados.  Han pasado generaciones sin haber llegado al tan ansiado  “perdonamos y pedimos perdón”. Mi propio padre estuvo preso casi diez años, sentenciado a muerte primero,  luego milagrosamente condonada su sentencia a 20, despues 10 años de cárcel que debió cumplir hasta el final porque solo uno de sus antiguos compañeros se negó a perdonarle que hubiese desertado del batallón de partisanos (comunistas) y se uniera a los “domobranci” defensores de la patria.
Durante el Jubileo del año 2000 el Papa Juan Pablo II  no se olvidó de los presos y las cárceles y en su Mensaje del 9 de julio de 2000  expresaba “El Jubileo nos recuerda que el tiempo es de Dios. Tampoco escapa a este señorío de Dios el tiempo de la reclusión. Los poderes públicos que, en cumplimiento de las disposiciones legales, privan de la libertad personal a un ser humano, poniendo como entre paréntesis un período más o menos largo de su existencia, deben saber que ellos no son señores del tiempo del preso. Del mismo modo, quien se encuentra encarcelado no debe vivir como si el tiempo de la cárcel le hubiera sido substraído de forma irremediable: incluso el tiempo transcurrido en la cárcel es tiempo de Dios y como tal ha de ser vivido; es un tiempo que debe ser ofrecido a Dios como ocasión de verdad, de humildad, de expiación y también de fe.
Durante el período del Jubileo, cada uno está llamado a sincronizar el tiempo del propio corazón, único e irrepetible, con el tiempo del corazón misericordioso de Dios, siempre dispuesto a acompañar a cada uno a su propio ritmo hacia la salvación. Aunque la condición carcelaria tiene a veces el riesgo de despersonalizar al individuo, privándolo de tantas posibilidades de expresarse a sí mismo públicamente, todos han de recordar que delante de Dios no es así: el Jubileo es el tiempo de la persona, el tiempo en el cual cada uno es él mismo delante de Dios, a su imagen y semejanza. Y cada uno está llamado a acelerar su paso hacia la salvación y progresar en el descubrimiento gradual de la verdad sobre sí mismo.”


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