Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

sábado, 6 de junio de 2015

Antonio Pelayo recuerda la visita de Juan Pablo II a Sarajevo (2 de 2)


Antonio Pelayo de Vida nueva recuerda uno de los momentos más dramáticos de los innumerables viajes de Juan Pablo II. Fue la visita a Sarajevo.

La mañana de ese domingo de Pascua amaneció fría, con un tibio sol que luchaba por abrirse paso entre las amenazantes nubes bajas. A pesar de la inclemencia del tiempo, unos 50.000 fieles habían llegado a la capital desde todos los confines del país balcánico para asistir a la misa presidida por el Papa. Ese era el único acto de masas en todo el viaje, y las fuerzas de seguridad habían desplegado todos sus recursos para cortar por lo sano cualquier incidente.

La misa iba a tener lugar en el estadio Kosevo, una antigua instalación deportiva remodelada para la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1984. El estadio, rodeado de cementerios improvisados durante los años de la guerra, se encuentra en un valle rodeado de colinas, donde se escondían francotiradores serbios dotados de armas de alta precisión. Según nos confió uno de los militares italianos que formaba parte de la SFOR (fuerzas de la OTAN que garantizaban la estabilidad de la zona), era perfectamente posible abatir a tiros desde las alturas cualquier objetivo situado dentro del estadio.
El altar para la celebración eucarística había sido instalado frente a la tribuna principal. Apenas iniciada la misa, se desató una tempestad de agua mezclada con nieve y se registró una brusca bajada de la temperatura. Inmediatamente, se intentó proteger al Papa de la intemperie con un enorme paraguas blanco que resultaba a todas luces insuficiente.

La Lucha contra el Parkinson
Wojtyla llevaba ya algunos años luchando contra un Parkinson perceptible por los típicos temblores que produce dicha enfermedad. Esa mañana, tal vez por la emoción y desde luego por las ráfagas de la ventisca de nieve, la tembladera se hizo tan violenta que, en mitad de la celebración, el Papa se dirigió al maestro de Ceremonias, Piero Marini, diciéndole con voz angustiada: “No voy a poder acabar la Misa, no me siento capaz de proseguir, no puedo controlarme”. Sin perder los nervios, monseñor le sujetó con fuerza el antebrazo izquierdo y aceleró todo lo posible el rito, que concluyó sin más sobresaltos.
Los que nos encontrábamos cerca del altar, mientras nos protegíamos lo mejor posible contra la nevada, fuimos testigos de esos momentos tremendos en que el cuerpo de Juan Pablo II temblaba de los pies a la cabeza y su mirada reflejaba la angustia que le provocaba el miedo de verse obligado a abandonar el altar. No fue así, y el papa polaco leyó íntegra la larga homilía y pudo distribuir la comunión a un limitado número de fieles.

RECONCILIACION 
Esa mañana, sus palabras volvieron a repetir el leit-motiv del viaje: perdón y reconciliación
En siete de los nueve discursos que pronunció durante las 24 horas que permaneció en Sarajevo se refirió al tema del perdón; usó esta palabra veinte veces, y otras seis utilizó el verbo perdonar.

“Perdonemos y pidamos perdón –dijo a los que le escuchaban ateridos por el frío y el temor a un posible atentado–, no podemos no emprender la difícil pero necesaria peregrinación del perdón que lleva a una profunda reconciliación

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