Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

martes, 14 de junio de 2016

Stanisław Grygiel “El humus religioso y cultural de Cracovia” (2 de 2)


Fue el sacerdote Jan Pietraszko quien abrió el camino para que Wojtyla se acercara a los jóvenes.  Con su presencia en medio de ellos, acompañándoles en su desarrollo, en la maduración de sus matrimonios y familias, le mostró al joven Wojtyla -  quien regresaba de sus estudios en Lovaina y Roma -  que significa ser pastor en tiempos de desprecio por el ser humano.  Desde los primeros días después de la guerra el padre Pietraszko  fue capellán de los scouts en Cracovia, y en 1948 el cardenal Sapieha lo nombró pastor auxiliar para estudiantes y profesores.  Sapieha sabia interpretar a las personas. El había intuido que su secretario sería capaz de abrirse paso a la mente y al corazón de los jóvenes que buscaban cobijo para resguardarse de la violencia comunista.  Pietraszko revelaría una auténtica fortaleza allí junto al altar, en el púlpito, o en los confesionarios de la iglesia de Santa Ana, donde hasta el final de su vida dedicaría horas tras horas.   Sus homilías eran teología viva, poética, nacida de la oración; el obispo Pietraszko fue uno de los predicadores polacos más importantes del siglo veinte. 
Junto a mi esposa presencié el momento cuando Juan Pablo II le decia “Obispo Jan, yo aprendí teología de usted”.

Ambos sabían como vivir una vida natural y familiar en la laboriosa comunión de amor con los laicos.  No hay duda que en momentos extremadamente difíciles Dios les concedió a ellos y a nosotros la gracia de estar juntos de esta manera. La fe en Dios y la fe en la persona humana constituían en nosotros un todo orgánico de fe en Dios-Hombre.  En nuestra fe en Dios-Hombre se revela ante nosotros la entera verdad acerca del hombre, pilar de nuestra amistad,  aquellos matrimonios y aquellas familias, sin los cuales el bien común de la sociedad que es la persona humana, no sobrevivirá.  Dios construye la Iglesia bajo la cruz dumvolvitur mundus en las amistades, matrimonios y familias.   Estas amistades,  matrimonios y familias construidas de otra manera no lograrían oponerse a la mentirosa fragmentación de la verdad mantenida por políticas de brutalidad y debilidad humana que nos llevan a caer ante las tres tentaciones del jardín del Eden: al hedonismo – “bueno para comer”, a la estética de lo exterior – “agradable a la vista”, y al utilitarismo – “deseoso de adquirir conocimiento” (Gen. 3,6)

(Jan Pietraszko)

Enseñándonos a leer los grandes libros y especialmente las Sagradas Escrituras, los sacerdotes Pietraszko y Wojtyla nos enseñaron este arte ellos mismos. Fueron maestros del laicado, y por otro lado el laicado fue su maestro.  Sirvieron al laicado y el laicado sirvió a ellos.  En los años de la ocupación alemana Wojtyla comenzó a formar parte de un grupo de jóvenes que se reunían alrededor de  un sastre, Jan Tyranowski, que rezaba con ellos, recitaba el rosario y leía textos de los místicos españoles. Fue quizás este “aprendizaje” de este sastre donde  Wojtyla pudo constatar en qué consiste esencialmente la acción pastoral. Durante la guerra el padre Pietraszko también trabajó en parroquias, donde pudo ver que después de todo lo que buscaba la gente era la salvación. Después de la guerra, cuando reinaba el terror del comunismo, estos jóvenes sacerdotes, encarando las dificultades que consideraban un tesoro, se reunían clandestinamente con estudiantes y jóvenes profesores y rezaban juntos, reflexionaban y analizaban  las Sagradas Escrituras, los textos de los Padres de la Iglesia, de grandes filósofos, y poetas.  De esta manera, esta gente joven, buscaba la verdad completa acerca del hombre, aun a costa de tener que pagar un alto precio. En estas reuniones contemplativas nacieron libros y homilías de ambos Siervos de Dios. Cada lunes el padre Pietraszko hacia anotaciones de sus homilías dominicales. Quedaban listas para su publicación que realizaron revistas católicas fundadas por el metropolitano Sapieha.

La intensa vida intelectual de ambos Siervos de Dios (escrito antes que Juan Pablo II fuese declarado santo)  fue formada por la oración y por la capacidad de amar a la gente. Sus vidas fueron vidas llenas de sufrimiento, pero ellos supieron cómo llevar la cruz siguiendo a Cristo,  que había cargado con su cruz antes que ellos. La cruz de Cristo para ellos no fue una figura decorativa que llevaban en sus pechos. Ellos sabían sufrir y por lo tanto sentían compasión por otros. No eran activistas, y precisamente por ello su trabajo ha rendido sus frutos y sigue haciéndolo.

Bajo la influencia y compañía de Pietraszko y Wojtyla surgieron vidas santas entre los laicos. Hoy lo vemos aun mejor al observar la vida que llevaron aquellos que vivían “mas allá”. Como estaban entre nosotros los veíamos como alguien que vivía en otras esferas. Asi es quizás la naturaleza de la presencia de personas santas. Solamente nos damos cuenta de ello cuando ya están “más allá”. Si tomamos un ejemplo:  la vida de Jerzy Ciesielski – ahora Siervo de Dios – profesor en el Instituto Politécnico de Cracovia, animador del grupo de Karol Wojtyla, un gran organizador, especialmente en nuestras excursiones turístico-espirituales, que murió trágicamente con dos de sus hijos cuando se hundió el barco en el que viajaban por el Rio Nilo.

Estas tres figuras, los tres Siervos de Dios –Jan Pietraszko, Karol Wojtyla(1)  y Jerzy Cisielski – nos ofrecen una esplendida imagen del mundo religioso y cultural que vivia Cracovia -  espero que esa Cracovia siga existiendo. 

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