Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

sábado, 5 de noviembre de 2016

El horror, el santo y nuestros días (3 de 4)

(peregrinaciòn  a Auschwitz durante el Congreso de la Misericordia en Cracovia, 2011)

Auschwitz/Oswiecim – Maximiliano Kolbe

“Reflexionemos por un momento sobre estas palabras. Auschwitz es un lugar construido para la destrucción del hombre, para el aniquilamiento de su dignidad. El poder, por cierto,  no puede matar a todos los hombres porque los necesita como sirvientes e instrumentos.  Pero para garantizarse estos instrumentos primero debe aniquilar su dignidad, su auto estima. En el campo de exterminio, el hombre es reducido a pura animalidad, y de acuerdo a la destrucción programada de su personalidad espiritual se demuestra científicamente que no conlleva valores superiores sino que es tan solo un animal levemente mas evolucionado que los demás.  Es como un mono entrenado que puede ser domesticado, pero que está siempre dispuesto a regresar a la ley de la jungla. Desde ese punto de vista  la humanidad no consiste en lo que es mas profundo en el hombre sino en lo que es más superficial. Observando la brutalidad de las victimas  (y la de sus asesinos) cada uno de ellos se ve forzado a pensar en su dimensión más profunda y en que podría convertirse en cualquier momento en caso que ofendiera a los poderes existentes o si no se mostrase totalmente obediente a sus órdenes.   El fin último del campo de extermino es, en cierta manera, metafísico: muestra que los valores humanos en cuyo nombre sería posible desafiar al poder no existen, porque el hombre solo es materia sujeta a coerción por medios materiales cualquiera fuese su fin. Por lo tanto, si en el hombre no hay verdad ni justicia, si solo se trata de palabras huecas, entonces,  en principio,  la razón de toda oposición al poder totalitario desaparece. Entonces cualquier posible oposición debiera radicar – si así pudiera – tan solo en el plano de la fuerza.  Precisamente por esta razón y en virtud de la profundidad metafísica que responde al horror de Auschwitz, el testimonio del padre Kolbe no es mero testimonio sino una victoria.  Porque al sacrificar su vida convierte en inútil el campo de exterminio: lo anula espiritualmente mostrando al mismo tiempo que la humanidad es lo más profundo que existe en el hombre. Es más fundamental para él y le pertenece más íntimamente que el instinto de supervivencia y cualquier otra tendencia que el hombre tiene en común con otros animales. En el lugar construido para el aniquilamiento del hombre, para la negación de su naturaleza espiritual, Kolbe muestra la esencia de la grandeza humana.

Ningún éxito de la alianza anti nazi puede anular lo que ocurrió  en Auschwitz,  ningún castigo para con los asesinos puede equipararse con el sufrimiento de víctimas inocentes. No es posible borrar Auschwitz o lugares de muerte similares de la historia humana. Pero el padre Kolbe impregnó de una profundidad inesperada la lectura de su significado.  Porque esos lugares son los la cruz de Cristo sobre la cual gime el hombre contemporáneo.  El cristiano sabe que, vivido en el espíritu de Cristo, como participación de su sufrimiento y su testimonio para el hombre, son lugares de victoria fundamental del hombre y para el hombre.

Para comprender mejor el pensamiento de Juan Pablo II, debemos prestar atención al texto polaco de su discurso porque en un punto la traducción (al ingles) no es enteramente fiel. Cuando nuestra traducción dice “se lleva a cabo una victoria particular para la fe” las palabras exactas que el Santo Padre pronunciara son: “dokonalo sie szczegolne zwycietwo czlowieka przez wiare” – literalmente, “se lleva a cabo una victoria particular del hombre por medio de la fe”.  Lo que se conquista, por medio de Kolbe, no es la fe cristiana sino el hombre, el hombre que por medio de la fe llega a la total posesión de su propia humanidad.  Esta posesión coincide con el reconocimiento que su propia verdad humana es un don que brota continuamente de la misericordia de Dios.  En el campo, el hombre como tal experimenta la prueba de la cruz, pero es la fe la que le permite superar la prueba, para recuperar completa y definitivamente, por medio de la prueba, su propia verdad y su dignidad humana.”

Traducido de Rocco Buttiglione:  KAROL WOJTYLA – The thought of the man who became Pope por (William B. Erdman Publishing Co. 1997) 





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